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En 1912 Gottfried Benn cumple 26 años y publica sus dos primeras obras: Sobre la frecuencia de la diabetes mellitus en el ejército, tesis con la que obtiene su doctorado en medicina, y Morgue y otros poemas, un folleto («hoja volante» lo llama su editor, A. R. Meyer) con nueve poemas -seis de ellos escritos de un tirón, tras unas prácticas como forense militar en el hospital de Moabit- del que sólo se imprimen 500 ejemplares. Pese a su brevedad, aquellos textos, que desbrozaban un camino nunca hasta entonces transitado por poeta alguno, marcarían una frontera entre la poesía que se había hecho hasta entonces y buena parte de la que se escribiría en el siglo xx. Hoy, cien años después, su lectura a nadie deja indiferente, y provoca el mismo estremecimiento que sin duda suscitó entre sus contemporáneos. De hecho, aquel cuadernillo despertó reacciones vehementes, tanto a favor como en contra, y llegó a ser legalmente confiscado en 1916, pese a que la edición se había agotado en una semana, cuatro años antes.
El doctor Benn no volvió a escribir sobre temas médicos, aunque ejerció su profesión toda su vida como especialista en venéreas y enfermedades de la piel. Como poeta, en los años siguientes fueron apareciendo contados textos suyos, de parecido tono, en revistas y en libritos como Hijos, un año después, o Carne, en 1917, que en 1922 acabarían integrando Los escritos reunidos, una recopilación que agrupa toda esta primera época, la más corrosiva y determinante de su obra. En 1927 aparecen sus Poesías reunidas, y algo más tarde, en 1936, sus Poesías escogidas. Luego, un largo paréntesis, roto en 1948 con la aparición en Zúrich de sus Poesías estáticas.
Los poemas traducidos y reunidos en este libro bajo el indeleble título de Morgue agrupan, junto a los que Benn tituló así, cuantos escribió y publicó en esa década inicial que va de 1912 a 1922 manteniendo el tono aparentemente frío, objetivo, descarnado, de los seis primeros. Buscando precedentes en la pintura, tal vez podríamos emparentarlos con el «Cristo muerto» de Grünewald o con las «Lecciones de anatomía» de Rembrandt, pero entre unos y otros ha ocurrido la nietzscheana «muerte de Dios», y la carne descuartizada de los difuntos y la dolorida de los aún vivos, son en estos versos las dos caras de una humanidad de la que ha desaparecido cualquier rastro de espíritu, de lo que se había venido denominando «alma». «Habláis de alma… ¿Qué es vuestra alma?» escribe Benn. El resultado es estremecedor. Y, pese a su violencia, nos incita a la piedad, a la compasión. Esa humanidad es la nuestra.
Las dos guerras mundiales que le tocó vivir a Benn, con sus innumerables crímenes y sevicias, no le inspiraron un solo texto comparable a los de Morgue. No los necesitaba. Ya había escrito anticipadamente, en estos poemas juveniles, cuanto pensaba de la humanidad.
Gottfried Benn (Mansfeld, hoy Putlitz, Brandeburgo, 2 de mayo de 1886, Berlín 7 de julio de 1956). Fue principalmente poeta, pero también practicó la prosa en distintos géneros: ensayo, narración, relato. Es considerado el poeta alemán más importante de la primera mitad del siglo XX. Fue uno de los escritores de mayor influencia antes y después del Tercer Reich.
Hijo de un pastor protestante, estudió medicina y formó parte del cuerpo médico del Ejército alemán. En 1912 publicó el libro que zut ofrece a sus lectores, Morgue und andere Gedichte (Morgue y otros poemas), en una edición restringida, que generó una encendida polémica y le brindó una fama pública de escandaloso y provocador que no le abandonaría ya. El libro despertó el entusiasmo de sus contemporáneos, escritores y artistas gráficos, que se movían en el ámbito de la nueva vanguardia berlinesa, el expresionismo.
Dentro de la atmósfera y la estética del expresionismo se hallarán enmarcados sus siguientes tres publicaciones; los libros de poesía Söhne (Hijos), de 1913, y Fleisch (Carne), de 1917, así como el ciclo de novelas Gehirne (Cerebros), de 1916, conocida como las Ronne novellen, por ser éste el nombre del personaje central (en realidad un alter ego del autor), o bien como su ciclo bruselense, por haber sido escritas durante su estancia en Bruselas entre 1915 y 1917.
A partir de 1920 Benn alternará la escritura lírica con la especulativo-reflexiva a través de ensayos teóricos sobre el ejercicio lírico y la relación del escritor con el poder, lo que lo hará acercarse al nazismo al inicio de la siguiente década, no obstante haber sido abiertamente apolítico, a diferencia de muchos de sus contemporáneos. Sin embargo, la estrecha visión de los guardianes del nuevo Estado lo llevó a verse cada vez más restringido en su actividad literaria, y a recibir constantes ataques de los voceros del régimen. Ello no obstante, el cerco que el Estado nazi había establecido en todas las profesiones le hizo casi imposible a Benn dedicarse al ejercicio de su práctica, por lo que decidió entonces refugiarse en la Wehrmacht, en lo que él llamó, en una carta a Ina Seidel de 1935, “una forma aristocrática de emigración”. En 1937 fue expulsado de la Reichsschrifttumskammer (Cámara Nacional de Escritores). En 1938 recibió la prohibición de escribir (Schreibverbot). En 1939 aparecería su último libro bajo el régimen nazi, una recopilación de su obra en prosa, el cual sería acremente censurado y atacado. La actividad literaria dejaría de ser pública, y en un aislamiento total escribiría algunos de sus mejores poemas, en la que es considerada la más fructífera etapa de su trayectoria creativa.
En 1948 publicaría, fuera de Alemania, en la editorial suiza Die Arche su primer libro original en más de una década, Statische Gedichte (Poemas estáticos). De repente la voz de Benn se alzó por encima de la de todos sus contemporáneos, y la prensa y los lectores no sólo lo recibieron entusiastamente, sino que este hecho significó la reivindicación pública que necesitaba. A partir de entonces, Benn fue reconocido como el poeta vivo más importante en lengua alemana, y el renovador de la poesía lírica de posguerra.
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